La obsesión del lobo
Amílcar Santamaría: opinionSPAMFILTER@laprensa.hn
En el cuento medieval, la obsesión del lobo de los bosques europeos consistía en convertir a Caperucita Roja en su almuerzo. En el caso del licántropo tercermundista que nos gobierna, la fiebre es de tipo político: el personaje quiere una asamblea nacional constituyente a todo precio, sin importarle un comino que el pueblo hondureño tenga otros intereses.
En efecto, de manera repetida y cada vez que se han hecho encuestas de opinión, la ciudadanía ha dicho que los problemas que verdaderamente le interesan son, en esencia, tres: el desempleo, la inseguridad, por ende, el clima de terror que se ha apoderado de pueblos y ciudades desde hace muchos años.
Hace pocas semanas, la empresa de investigaciones demoscópicas CID Gallup hizo su encuesta anual. Lo primero que la indagación encontró es que el país va por mal camino”, y luego fue evidente que más del cincuenta por ciento de los entrevistados dijeron que el señor Lobo no es un buen presidente.
A la luz de los hallazgos, en otro país que no fuera parte del tercer mundo, el mandatario habría reaccionado buscando enderezar sus pasos, primero, y después, atendiendo los problemas de mayor gravedad, en este caso, los millones de personas sin trabajo y la ola de asesinados que nos mantiene presas del terror.
Pero no fue así. Del mismo modo que hace algunos meses la fiebre era volver a la OEA (algo que, por cierto, a Cuba le da risa), hoy la moda es invitar a los grupos de seguidores del régimen para que, “espontáneamente” comuniquen lo que les interesa, modificar la Constitución de la República.
Es de sobra conocida que, tal como está la Constitución, no hay necesidad de convocar a una asamblea constituyente para reformarla en un abrumador 97%.
Eso quiere decir que lo único que no se puede alterar son los llamados artículos pétreos, que prohíben el continuismo y la reelección. Habida cuenta que eso es lo único que no se puede modificar, y todo lo demás es reformable ¿necesitamos ser muy inteligentes para entender que el lobo quiere seguir aullando en Casa Presidencial por cuatro años adicionales, o más?
Al pueblo no le interesa, es más, le causa un gran aburrimiento estar hablando de constituyentes, ya que los únicos que quieren ese parto son los seguidores del antiguo régimen desbaratado en 2009 y a los actuales seguidores del jefe de Gobierno, que -por supuesto- quieren seguir viviendo del erario nacional.
No obstante, el mandatario ya anunció un programa de reuniones en el cual estarán todos sus servidores y, claro está, los seguidores del dictador de Venezuela, cuya salud, por cierto, está en precario y cuyo futuro político es tan incierto como su gravísima enfermedad.
Entre la minoría que sigue al lobo y la otra, aún más pequeña, que sigue a Chávez, harán mucho ruido y tratarán de venderle a la ciudadanía este proyecto absurdo, que además de innecesario será rigurosamente improductivo.
Por supuesto, el pueblo (que tiene muy claras sus prioridades) no apoyará estas patrañas y con toda probabilidad saldrá a la calle a exigir, número uno, que se respete la Constitución tal cual y, número dos, que se arbitren soluciones verdaderas a los genuinos problemas nacionales que todos tenemos muy claros.
El régimen ha creado un impuesto exagerado dizque para promover la seguridad. Ojalá que no sea para financiar la constituyente.
En el cuento medieval, la obsesión del lobo de los bosques europeos consistía en convertir a Caperucita Roja en su almuerzo. En el caso del licántropo tercermundista que nos gobierna, la fiebre es de tipo político: el personaje quiere una asamblea nacional constituyente a todo precio, sin importarle un comino que el pueblo hondureño tenga otros intereses.
En efecto, de manera repetida y cada vez que se han hecho encuestas de opinión, la ciudadanía ha dicho que los problemas que verdaderamente le interesan son, en esencia, tres: el desempleo, la inseguridad, por ende, el clima de terror que se ha apoderado de pueblos y ciudades desde hace muchos años.
Hace pocas semanas, la empresa de investigaciones demoscópicas CID Gallup hizo su encuesta anual. Lo primero que la indagación encontró es que el país va por mal camino”, y luego fue evidente que más del cincuenta por ciento de los entrevistados dijeron que el señor Lobo no es un buen presidente.
A la luz de los hallazgos, en otro país que no fuera parte del tercer mundo, el mandatario habría reaccionado buscando enderezar sus pasos, primero, y después, atendiendo los problemas de mayor gravedad, en este caso, los millones de personas sin trabajo y la ola de asesinados que nos mantiene presas del terror.
Pero no fue así. Del mismo modo que hace algunos meses la fiebre era volver a la OEA (algo que, por cierto, a Cuba le da risa), hoy la moda es invitar a los grupos de seguidores del régimen para que, “espontáneamente” comuniquen lo que les interesa, modificar la Constitución de la República.
Es de sobra conocida que, tal como está la Constitución, no hay necesidad de convocar a una asamblea constituyente para reformarla en un abrumador 97%.
Eso quiere decir que lo único que no se puede alterar son los llamados artículos pétreos, que prohíben el continuismo y la reelección. Habida cuenta que eso es lo único que no se puede modificar, y todo lo demás es reformable ¿necesitamos ser muy inteligentes para entender que el lobo quiere seguir aullando en Casa Presidencial por cuatro años adicionales, o más?
Al pueblo no le interesa, es más, le causa un gran aburrimiento estar hablando de constituyentes, ya que los únicos que quieren ese parto son los seguidores del antiguo régimen desbaratado en 2009 y a los actuales seguidores del jefe de Gobierno, que -por supuesto- quieren seguir viviendo del erario nacional.
No obstante, el mandatario ya anunció un programa de reuniones en el cual estarán todos sus servidores y, claro está, los seguidores del dictador de Venezuela, cuya salud, por cierto, está en precario y cuyo futuro político es tan incierto como su gravísima enfermedad.
Entre la minoría que sigue al lobo y la otra, aún más pequeña, que sigue a Chávez, harán mucho ruido y tratarán de venderle a la ciudadanía este proyecto absurdo, que además de innecesario será rigurosamente improductivo.
Por supuesto, el pueblo (que tiene muy claras sus prioridades) no apoyará estas patrañas y con toda probabilidad saldrá a la calle a exigir, número uno, que se respete la Constitución tal cual y, número dos, que se arbitren soluciones verdaderas a los genuinos problemas nacionales que todos tenemos muy claros.
El régimen ha creado un impuesto exagerado dizque para promover la seguridad. Ojalá que no sea para financiar la constituyente.
